lunes, 30 de junio de 2014

Vida

No sabes cómo has podido llegar hasta allí, pero estás ahí.
En la antesala, el agua del deshielo recorre tus tobillos, ya anestesiados.
Tres sorbos de la misma agua que dentro de unos instantes recorrerá tu cuerpo.
Ya casi estás ahí.
Uno...relajas los músculos de la espalda.
Dos...
Y tres. No sabes si es el cuerpo o tu mente lo que no lo soporta. Pero no puedes controlar la respiración, que cada vez se vuelve más agitada. Hasta tal punto que rompes a llorar. El agua en tu cabeza ha despertado ese sentimiento que en otras ocasiones te acompañó. Te hace revivir una serie de emociones entre ansiedad, asfixia, pánico.
No puedo, no puedo! No puedes controlar ni la respiración ni las lágrimas.
Hasta que aparecen unos brazos amigos que te abrazan y te dicen: estoy contigo, puedes, yo te acompañaré.
Y entonces sucede.
Conoces de nuevo el valor, que sólo ha hecho que brotar de dentro de ti.
Te acercas de espaldas a la cascada, cierras los ojos, y todo fluye...
No piensas. Sólo sientes la paz del agua helada que golpea tu cabeza y tus hombros cual piedras cayendo de la cima de esa montaña.
Así hasta tres veces.
Revives, renaces, lloras, sonríes.
Has podido. Has sido tú.
Y ya no podrás volver a ser la persona que eras antes de sentir la vida del agua en tu piel.

miércoles, 25 de junio de 2014

Escombros

No quiere recuerdos.
Así que tira a la basura todas las fotos que penden de la pared cual ahorcados,
las sábanas donde tantas veces pintaron amaneceres,
las tazas de café que conocían todos los secretos de sus bocas,
las cortinas de la ducha donde comenzaban a sonreír al día.
Incluso arrancó el timbre de la puerta para no escucharlo si algún día le daba por regresar.

martes, 24 de junio de 2014

Adoraba sus clavículas

Perdidas en aquel país desconocido, eligiendo compartir cama como si hubiese sido cuestión del azar. Desconociendo lo que la otra pensaba.
Se acostaron en aquella noche de insomnio, provocada por el color café de los ojos de Heide.
Se dieron la espalda, en un intento de evadir cualquier pensamiento o deseo que les impulsara a rozarse.
Pero la costumbre hizo que Hannah se diese la vuelta para abrazarla y, aunque ella no puedo verlo, Heide acababa de esbozar una sonrisa con los ojos cerrados.
Fue ella quién decidió guiar las manos de Hannah hasta colocarlas debajo de su camiseta. Y fue Hannah quien decidió dar un paso más, acariciando levemente y en círculos su ombligo, mientras sentía cómo su respiración se volvía irregular, y dibujando espirales infinitas que la condujeron hasta su pecho.
Acarició ese frío de su piel a través de las yemas de sus dedos, hasta lograr empañarla con sudor y dejar que sus dedos resbalasen con libertad por todo su cuerpo.
La habitación se tornó roja...con olor a vainilla y a primavera, como huele la hierba mojada después de la lluvia.
Y amanecieron así, abrazadas, saboreando cada saliente de sus cuerpos, y sonriéndose de cerca.
Eran cómplices en su secreto, porque aquella noche nadie más estuvo allí.

domingo, 22 de junio de 2014

Me encuentro

El anhelo de la soledad.
De caminar sin rumbo en las noches vacías de gente.
De tumbarme en el césped con la tristeza.
De los bares con café solo, sola.
De brindar con desconocidos.
De estar yo, con mis putas tristes. Conmigo.

martes, 10 de junio de 2014

Los Miércoles

Todos los miércoles Zephyr ponía su puesto de flores y fruta al lado del faro de San Antonio, donde se abrazan el Río de la Plata y el Atlántico. No tenía nombre, simplemente era un puesto de flores y fruta.

Él paseaba despistado por el mercado, hasta llegar a donde ella estaba. Siempre tarareando la misma canción: "Me gustas cuando".

Ella conocía esa melodía, y cuando lo escuchaba acercarse, preparaba para él las mejores fresas que tenía.

Como un ritual, él las probaba, le sonreía y seguía su camino hacia el este, tarareando, siempre tarareando...

Ella lo veía alejarse. Observaba las huellas de sus pies descalzos en la arena, y cerraba los ojos con fuerza para ver si así conseguía que las olas no las borrasen.

Y así cada miércoles hasta el siguiente.

A su lado estaba Azabache, la chica del puesto de cactus y la única que conocía el secreto de Zephyr.
Azabache era muy observadora. Desde el primer día en que él apareció en el mercado, se fijó en que los ojos de Zephyr tenían otro aspecto, con ese pequeño punto brillante que se coloca justo al lado de las pupilas.

Azabache pasaba desapercibida. Tal vez porque era fiel al desapego, y al finalizar su labor se marchaba sin despedirse de nadie.

Otro miércoles. Más fresas, una sonrisa, tarareos, huellas que volvían a borrarse.
Un miércoles más...
Y otro...
Y otro...

Y así pasaron 12 miércoles.

Cuando le tocaba el turno al 13, ella decidió acompañar las fresas con un libro.
En la página 28 (no fue por casualidad), dejó una reseña del lugar donde podía encontrarla después de recoger el puesto.


Una del mediodía. A lo lejos escuchaba esa canción que ya había pasado a convertirse en el sonido más hermoso del mundo.
Ya tenía preparadas sus mejores fresas junto al libro libanés.
Cuando se acercó, ella mostró orgullosa su regalo. Fueron las primeras palabras que le dirigió: "esto es para tí".

Él no pareció sorprenderse. Se limitó a darle las gracias, miró a su derecha y le preguntó: "¿Qué pasó con la chica de los cactus?".
Zephyr quedó en silencio y sólo pudo encojerse de hombros. Supuso que estaría enferma, tampoco había hablado nunca con ella.

Él marchó. Dejando el libro olvidado al lado de una caja de limones.
Zephyr lo guardó para dárselo la semana siguiente.

Pero aquel miércoles ya no apareció.
Y Zephyr decidió por fin ponerle nombre a su puesto de flores y fruta:
Maldito corazón.



http://www.youtube.com/watch?v=2tD9A0QUDCg

martes, 3 de junio de 2014

Granate

Sonrisa azul
De ojos tristes
La más bella mirada
Escrita en 6 letras.

Delicadeza

"Acarícielo" lleva dentro una de las palabras más hermosas que existen.
Quizás sea por eso que ella estuvo tocándole hasta que marchó la luna.

lunes, 2 de junio de 2014

Café sin ti


Sentada en el suelo,
esperando que el frío de las baldosas me inunde, 
para así poder pensar.

Y me gustaría que fuesen tus manos las que calentasen las mías,
en vez de esta taza de café.

sábado, 31 de mayo de 2014

Sola.

Vive en la más absoluta tristeza,
La soledad que nunca quiso tener
Pero que a pulso ganó
Quizás no es demasiado tarde para salir corriendo.
La puerta ya está abierta...

viernes, 30 de mayo de 2014

Cuando deseo la soledad.

miércoles, 28 de mayo de 2014

De amores de bar

Una noche de las de "sin querer", decidieron echar un cigarrillo a medias sentadas en el rellano que antecedía la barra donde iban a perderse, a refugiarse de los dolores que alimenta con ansia la cerveza.
Qué bien entrar y descubrir que estaban solas, ni siquiera la música las acompañaba en aquel momento.
Y qué sorpresa llegar a la barra y ver a los dos camareros. Uno de los cuales Layla había visto en otras ocasiones por la ciudad, aunque nunca pensó que trabajaría allí. Al verle pensó que no existe la casualidad, pero sí la atracción mental.

Layla y Yennenga charlaban animadas, reían recordando viejos viajes, lamentaban pérdidas. Rápidamente ellos se dieron cuenta de que era el momento de comenzar.

Por un instante, todo paró. Ambas callaron y se limitaron a mirar al vacío, a escuchar aquella canción que las ayudó a terminar de embrigarse.

http://www.youtube.com/watch?v=DcFGTJogxuo

Ninguna de las dos dijo nada, pero, en un momento de valentía, Layla se incorporó en la barra y le pidió a su pareja de atracciones mentales que le dijese cuál era la canción que estaba sonando.
Sonrió y se la entregó escrita en un pequeño trozo de papel.

Pasaron días hasta que Layla encontró en su cartera el trozo de papel doblado.

Y pasaron años hasta que cambiaron los papeles.
Fue un miércoles del mes de mayo cuando él entró al bar donde Layla trabajaba entonces y le pidió una cerveza. "¿Te suena de algo "Las pastillas del abuelo?".
Al poco ella entendió el fin de esta pregunta, era una de las cosas que había escrito tiempo atrás en aquel papel.
¡Qué capacidad de recordar!

Días después, él confesó que cuando aquella noche le pidió el título de la canción, se le grabó a fuego, era una de sus canciones favoritas.

Algo pasaba...Después de tanto tiempo, ¿por qué dos pensamientos iguales pero paralelos llegaron a encontrarse en un punto?

Justo ahora, cuando la situación de ambos había cambiado.
El tiempo y el espacio son unos jodidos.
Y aquel día, en la barra de las perdidas, nadie arriesgó, nadie descorchó un suspiro, nadie pegó un beso... El destino les hizo un regalo y lo dejaron irse volando...

Aún hoy, Layla podría reproducir la caligrafía donde él escribió: El Sensei, Las pastillas del abuelo.

martes, 27 de mayo de 2014

"A mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias"

Termino de cenar y me fumo un cigarrillo. Hoy he decidido sentarme en la mesa de la cocina y, por primera vez en mucho tiempo, mover el ordenador hasta aquí (abro la nevera y ¡lástima! No queda cerveza...).
En fin...

Sin querer estaba pensando en las cosas que marcan nuestra existencia. Una película, una canción, frases que leemos sin querer... Pero sobretodo, y quizás sea algo que llevo tiempo pensando, las personas que conocemos a lo largo de nuestra vida.

Personas que permanecen siempre, otras que por el contrario desaparecen, personas con las que cruzamos unas simples palabras, personas que aparecen de repente.

Y si hago un pequeño esfuerzo puedo acordarme de muchas de las que aparecen de repente y luego desaparecen porque el tiempo y el espacio también tienen antojos. No es algo que lamentar. Al contrario, sonrío acordándome del verano del 2008 (lleno de trasnochadas con Lucía) y pienso en el camarero de La Cucaracha y en “Serenade”; en Modu, el senegalés ambulante pegado a una sonrisa; en Anita, mi culiparda, con la que compartí habitación durante un año; en la música de aquel contrabajista que vi una vez en la puerta de la Catedral de Jaca y que al cabo de los meses reencontré en Teruel; en aquel vagamundo que todas las noches venía a beber conmigo un chupito de whisky; en los parroquianos del Cayetana, que tantas noches interminables me acompañaban; en Isa, camarera del Sidecar...

 También quiero acordarme de las personas que últimamente han aparecido en mi vida (o que ya estaban ahí pero pasaban desapercibidas) y a las que adoro con locura. Paula, mi chica preferida de la universidad y a la que tanto quiero. Rafa, que se convirtió en un gran amigo sin querer. Marco, al que adoro por poco que nos veamos. Aitor, mi poeta revolucionario y romántico a partes iguales. Miriam, gran amiga de final de carrera y a la que espero seguir viendo aunque sea dos veces por año. Denis, que siempre será mi compañero preferido, con su singular sonrisa y sus abrazos. Carlos, un gran jefe y mejor amigo. Kapi, que aunque sea de los del párrafo anterior, ha vuelto a aparecer y es un gran compañero de castañas de tarde...

De las personas que ya no están, y que probablemente sea de las que me acuerdo todos y cada uno de los días, y las que siguen conmigo a base de aguja y tinta, por si algún día pierdo la memoria...

Y no podemos olvidar (aunque lo hagamos), a las personas a las que no queremos recordar porque en su día nos hicieron daño o porque aprendimos que era mejor alejarlas de nosotros.

A todas ellas les debemos lo que somos, porque somos lo que hacemos para ser quienes somos, pero, como decían en “Amores perros”, TAMBIÉN SOMOS LO QUE HEMOS PERDIDO.



"Nadie se baña dos veces en el mismo río". Heráclito