domingo, 14 de febrero de 2016

AL ABRIGO

Habían quedado para tomar una/s cerveza/s. Era la primera vez, premeditada. La segunda que se veían, hablando. La tercera o cuarta que ella lo había visto.
No era una situación cómoda. Rodeados de gente, en esta ciudad...
Ella hacía lo imposible por parecer lo contrario, por hacer de ese espacio algo distendido, por parecer natural.
Pero era difícil cuando lo miraba a los ojos. Se hacía pequeña, se encogía.
Hacía tiempo que no veía algo así. Ojos que sonríen, como los de los niños pequeñitos cuando están a gusto, juguetones.
Que desprenden calor, que casi parecen la misma boca del infierno.
Una de esas miradas que, acompañadas tan sólo del silencio, pueden hablar de todo lo que sienten y desean.
De esas que abrazarías por toda una eternidad, fuera del espacio y del tiempo.
Y en eso se quedó pensando durante días...
Quizás ahora podrías preguntarle por los temas que eligieron para su primera conversación sobria, y los recordaría vagamente.
Pero lo que nunca podría dejar de recordar es esa mirada.