sábado, 31 de mayo de 2014

Sola.

Vive en la más absoluta tristeza,
La soledad que nunca quiso tener
Pero que a pulso ganó
Quizás no es demasiado tarde para salir corriendo.
La puerta ya está abierta...

viernes, 30 de mayo de 2014

Cuando deseo la soledad.

miércoles, 28 de mayo de 2014

De amores de bar

Una noche de las de "sin querer", decidieron echar un cigarrillo a medias sentadas en el rellano que antecedía la barra donde iban a perderse, a refugiarse de los dolores que alimenta con ansia la cerveza.
Qué bien entrar y descubrir que estaban solas, ni siquiera la música las acompañaba en aquel momento.
Y qué sorpresa llegar a la barra y ver a los dos camareros. Uno de los cuales Layla había visto en otras ocasiones por la ciudad, aunque nunca pensó que trabajaría allí. Al verle pensó que no existe la casualidad, pero sí la atracción mental.

Layla y Yennenga charlaban animadas, reían recordando viejos viajes, lamentaban pérdidas. Rápidamente ellos se dieron cuenta de que era el momento de comenzar.

Por un instante, todo paró. Ambas callaron y se limitaron a mirar al vacío, a escuchar aquella canción que las ayudó a terminar de embrigarse.

http://www.youtube.com/watch?v=DcFGTJogxuo

Ninguna de las dos dijo nada, pero, en un momento de valentía, Layla se incorporó en la barra y le pidió a su pareja de atracciones mentales que le dijese cuál era la canción que estaba sonando.
Sonrió y se la entregó escrita en un pequeño trozo de papel.

Pasaron días hasta que Layla encontró en su cartera el trozo de papel doblado.

Y pasaron años hasta que cambiaron los papeles.
Fue un miércoles del mes de mayo cuando él entró al bar donde Layla trabajaba entonces y le pidió una cerveza. "¿Te suena de algo "Las pastillas del abuelo?".
Al poco ella entendió el fin de esta pregunta, era una de las cosas que había escrito tiempo atrás en aquel papel.
¡Qué capacidad de recordar!

Días después, él confesó que cuando aquella noche le pidió el título de la canción, se le grabó a fuego, era una de sus canciones favoritas.

Algo pasaba...Después de tanto tiempo, ¿por qué dos pensamientos iguales pero paralelos llegaron a encontrarse en un punto?

Justo ahora, cuando la situación de ambos había cambiado.
El tiempo y el espacio son unos jodidos.
Y aquel día, en la barra de las perdidas, nadie arriesgó, nadie descorchó un suspiro, nadie pegó un beso... El destino les hizo un regalo y lo dejaron irse volando...

Aún hoy, Layla podría reproducir la caligrafía donde él escribió: El Sensei, Las pastillas del abuelo.

martes, 27 de mayo de 2014

"A mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias"

Termino de cenar y me fumo un cigarrillo. Hoy he decidido sentarme en la mesa de la cocina y, por primera vez en mucho tiempo, mover el ordenador hasta aquí (abro la nevera y ¡lástima! No queda cerveza...).
En fin...

Sin querer estaba pensando en las cosas que marcan nuestra existencia. Una película, una canción, frases que leemos sin querer... Pero sobretodo, y quizás sea algo que llevo tiempo pensando, las personas que conocemos a lo largo de nuestra vida.

Personas que permanecen siempre, otras que por el contrario desaparecen, personas con las que cruzamos unas simples palabras, personas que aparecen de repente.

Y si hago un pequeño esfuerzo puedo acordarme de muchas de las que aparecen de repente y luego desaparecen porque el tiempo y el espacio también tienen antojos. No es algo que lamentar. Al contrario, sonrío acordándome del verano del 2008 (lleno de trasnochadas con Lucía) y pienso en el camarero de La Cucaracha y en “Serenade”; en Modu, el senegalés ambulante pegado a una sonrisa; en Anita, mi culiparda, con la que compartí habitación durante un año; en la música de aquel contrabajista que vi una vez en la puerta de la Catedral de Jaca y que al cabo de los meses reencontré en Teruel; en aquel vagamundo que todas las noches venía a beber conmigo un chupito de whisky; en los parroquianos del Cayetana, que tantas noches interminables me acompañaban; en Isa, camarera del Sidecar...

 También quiero acordarme de las personas que últimamente han aparecido en mi vida (o que ya estaban ahí pero pasaban desapercibidas) y a las que adoro con locura. Paula, mi chica preferida de la universidad y a la que tanto quiero. Rafa, que se convirtió en un gran amigo sin querer. Marco, al que adoro por poco que nos veamos. Aitor, mi poeta revolucionario y romántico a partes iguales. Miriam, gran amiga de final de carrera y a la que espero seguir viendo aunque sea dos veces por año. Denis, que siempre será mi compañero preferido, con su singular sonrisa y sus abrazos. Carlos, un gran jefe y mejor amigo. Kapi, que aunque sea de los del párrafo anterior, ha vuelto a aparecer y es un gran compañero de castañas de tarde...

De las personas que ya no están, y que probablemente sea de las que me acuerdo todos y cada uno de los días, y las que siguen conmigo a base de aguja y tinta, por si algún día pierdo la memoria...

Y no podemos olvidar (aunque lo hagamos), a las personas a las que no queremos recordar porque en su día nos hicieron daño o porque aprendimos que era mejor alejarlas de nosotros.

A todas ellas les debemos lo que somos, porque somos lo que hacemos para ser quienes somos, pero, como decían en “Amores perros”, TAMBIÉN SOMOS LO QUE HEMOS PERDIDO.



"Nadie se baña dos veces en el mismo río". Heráclito