viernes, 11 de marzo de 2016

Diez mil días

Los días pasan lentos,
buscando escondites en las horas
para encontrar refugio en su pecho.

A él se abraza, con fuerza, arañando su coraza,
por ver si puede arrancarla, 
tirarla por la ventana,
y edificar una trinchera
donde se queden dormidos.

Cinco horas al día,
diez mil días.

Por despertar con sus dedos
quemándole cual rayos de sol,
escribiendo palabras en los rincones más heridos.

Lluéveme y hazme llover,
cúrame los ojos para que pueda abrirlos
y no me duelan al ver mi realidad,
y encontrar tu boca.

Muérdeme la vida,
no importa si sangra.
La rociaré después con sal
para así, 
cuando ya no pueda estar a tu abrigo
ni morderme la lengua para no decirte lo que no te crees,
mirar las cicatrices 
de los días en que dejaste la puerta abierta
y me dejabas esconderme en nuestro refugio.

Acaríciame cuando estés lejos,
prométeme volver.

Y en silencio, susurrándote desde mis entrañas,
lo último que pido es que me recuerdes,
como se recuerdan las cosas que te hacen sentir magia.


lunes, 7 de marzo de 2016

Lo de dentro.

Y volvió a vivir.
En el preciso momento
en que sus labios se encontraron.
En el frío, bajo la lluvia, sobre el colchón.
En el preciso instante
en que sus manos
recorrieron su espalda,
su vientre,
su cintura,
sus ingles,
Cada milímetro de piel
volvió a estremecerse.
Como renaciendo de su letargo,
abandonando la escafandra
en la que se sentía presa.
Y allí,
entre sus brazos,
se sintió libre.