miércoles, 18 de agosto de 2010

Marisa.


Apenas habla,
y cuando lo hace son pocas las frases coherentes que salen de su boca.
Balbucea, intenta decir algo...
Pero no lo consigue.
La cojo de la mano, la acaricio.
Y que su mano me corresponda puede ser lo más grande y bello que pueda sentir hoy.
Y su carita marcada por las líneas del tiempo,
su sonrisa, siempre acompañándola,
esos ojillos azules llenos de historia, de vida, de instantes que ya no puede contarme, de dulzura, de inocencia similar a la de un niño pequeño, de confusión...
Toda ella me llena de vida.
Me emociono sólo con verla y calentar sus manos, tan delgaditas, tan frías, tan suaves...
¡Qué gran tesoro lleva escondido debajo del pecho!

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